Si observas a la derecha de la entrada de catedral de Zaragoza, muy nimio y sucio, veras a ese hombre raro. Camina silencioso, con un casco amarillo, de esos que usan los fornidos constructores. Cuando estaban construyendo los puentes y las jorobas de la calle Felix U. Gomez, el hombre raro, despistadamente y con Dios como nuestro unico testigo, se acerco a quien yo era. Esperaba mi bus mientras me preguntaba por la solución a un antiguo problema Zen, que consistía en una sola pregunta: ¿cuál era tu rostro original antes de nacer? Aturdido por el inconveniente, se me acercó ese sabio demente y me preguntó: "¿De donde eres?". Aproblemado ahora por un nuevo dilema, apresuré a hacerme el desentendido y le ignoré. "¿De dónde eres?" replicó ahora con voz áspera e introdujo su mano en el bolsillo de un sucio guardacostas con el que se abrigaba. Me apena decir que tome su pregunta como un mero desvarío y le respondí cualquier cosa: "En Monterrey, señor". ...