Pues, en secreto, ese infierno del más allá no existe. El odio, la crueldad: eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos. Don Gregorio, La lengua de las mariposas. Heme aquí, partido en mil pedazos. Se de antemano que no entenderá mis palabras quien no pretenda la libertad como un principio inquebrantable en la constitución humana, sino como algo que nos fuera dado externamente. Pero en este instante sufro por la voz reprimida de aquellos que tenían en boca algo más que el egoísmo descarado y por quien resuena en su discurso vital y diario la anhelada conquista de si mismos ante el Gran Otro. No somos maquinas, ni son maquinas aquellos que no luchen por serlo, pues para ser, es necesario primero desear ser. Aquél que impone una verdad no es otra cosa que un pintor de segunda que pretende que sus cuadros sean espectadores de su propia obra. En la enconada palabra retumba, a pesar de todo, la voz del gorrión que lucha por dejar la jaula de la imposición. Y es porque...